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Topografía de una herida
12 Septiembre 2022  - actualidad

Nuestro cuerpo es nuestra patria, el territorio en el cual llevamos a la práctica aquello que desde la mente solo puede moldearse en abstracto. Somos reyes y jefes de estado. Líderes religiosos, capitanes, vagabundos y polizones. También encarnamos los límites de nuestra más temida oposición. Las fronteras que delimitan la geografía propia son las mismas que nos regalan el sentido de la autopercepción; el conocimiento de que donde yo acabo, empieza el mundo. Ya lo decía Antonio Gala en sus versos:  “Alargaba la mano y te tocaba. Te tocaba: rozaba tu frontera, el suave sitio donde tú terminas [...] Y yo quedaba fuera, en el dintel de siempre, prisionero de la celda exterior”.

Si entendemos nuestro cuerpo no solo como el testigo mudo de nuestra vida sino también como un organismo mutable y en constante evolución, nos daremos cuenta de que es posible revertir la tiranía que la lógica ejerce sobre lo físico. Estamos acostumbrados a supeditar el instinto a la razón, pero hasta la persona más racional se ve, de vez en cuando, gobernada por pasiones innombrables, embriagada por una fuerza que le golpea directamente desde el estómago. Son las emociones más extremas -el placer, el enfado, el miedo, la vergüenza…- las que nos envuelven en ese torbellino donde la mente no tiene cabida. Son estas emociones las que nos hacen crear desde la tripa, y no la razón.

En junio del 2022 me sometí a una operación mayor en la que tuvieron que partir mi mandíbula en varias piezas. Los pedazos de hueso fueron recolocados para solucionar las consecuencias de una deformación ósea que llevaba arrastrando desde que era pequeña. Como efecto secundario, la estructura de mi cara se vio afectada. Mis rasgos, que durante tantos años había aprendido a amar, ahora habían cambiado. Tuve que aprender de nuevo a relacionarme con mi imagen, aceptando las nuevas formas, esas curvas a las que no estaba acostumbrada.


Llevo años analizando a través de mi obra cómo nos relacionamos con el espacio que nos rodea. De qué manera nos vemos afectados por nuestro contexto y cuales son las estrategias que utilizamos para colmar nuestras necesidades moldeandolo a nuestro antojo. El vínculo entre lo público y lo privado toma en esta pieza un carácter meta, relacionando la corporalidad con la topografía de una ciudad. De la misma manera que interactuamos con nuestro entorno, también nuestra mente interactúa con nuestro cuerpo. Y, si mi organismo es un mapa ¿Qué calles han cambiado tras esta operación? ¿Cómo sería su nueva planta? En el itinerario de mi imagen ¿Qué nuevos lugares se han desbloqueado? Mi cuerpo cambiante se convierte en el espacio de estudio, un mapa de vivencias que está en constante evolución.

Durante el proceso de recuperación documenté mis altibajos emocionales y mis cambios físicos a través de una serie de fotografías que componen, en formato patchwork, un mosaico de todo lo que viví durante aquellos meses. Un mapa que apela a lo inconsciente, entendiendo el cuerpo como un espacio que tenemos que aprender a reconquistar constantemente. “Topografía de una herida” vincula el carácter espacial de la obra en relación con mi propio cuerpo, creando un mapa que marca el itinerario de la transformación. Las fronteras de mi organismo. Mi cuerpo, mi patria, mi única nación.

Comencé esta obra en la residencia artística que realicé en el centro de arte multidisciplinar Konvent (Cal Rosal - Barcelona) en Septiembre del 2022.