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Durante mucho tiempo pensé que el nomadismo era incompatible con la práctica artística. La falta de espacio en el equipaje y las restricciones de peso me impedían llevar conmigo el material necesario para el tipo de obras que estaba acostumbrada a hacer. Si a esto le sumas que mi vida estaba basada en un estado de improvisación constante que me impedía poder decidir con un cierto margen cuales iban a ser mis próximos pasos, el resultado fue limitante: durante varios años mi obra se redujo a la fotografía analógica tirada con cámaras instantáneas o deshechables, pensando que este era el único formato compatible con mi realidad.


Entonces, llegaron los cuadernos. Empujada por la necesidad de mantener activo el músculo creativo y el deseo de recordar las experiencias vividas, me planteé empezar una serie de obras siendo fiel a unas reglas muy concretas:

- El cuaderno tiene que empezarse y acabarse durante el viaje, pudiendo dejar para después únicamente la encuadernación y ciertos elementos que por cuestiones prácticas no puedan llevarse a cabo en movimiento (como por ejemplo, entintar dibujos).

- A excepción del material artístico (lápices, tintas, rotuladores…) todos los elementos usados tienen que haber sido encontrados en el lugar del viaje.

- El cuaderno, y no solo su interior, tiene que convertirse en un objeto artístico. La portada, la encuadernación y demás elementos han de apoyar esta estructura, confirmando el valor de su tridimensionalidad.

El resultado de este proyecto, aún en curso, está siendo una serie de diarios que narran los diferentes viajes que voy llevando a cabo durante el año. Compuestos por un conjunto heterogéneo de dibujos, fotografías, texto y elementos encontrados in situ, aúnan las anécdotas vividas durante el trayecto con diferentes componentes artísticos que aspiran a capturar la esencia del lugar.

Estos son los cuadernos que he hecho hasta el momento:

CHAD

KYIV